jueves, 1 de marzo de 2012

Hamdelah assalama

Sidi Bou Saïd, Túnez





A tan solo unos kilómetros de la capital, en lo alto de un acantilado que observa el Golfo de Túnez, en las orillas del mar Mediterráneo encontramos este pequeño pueblo tunecino, Sidi Bou Saïd. Parece una ciudad caída del cielo, todos los edificios son blancos menos las puertas, ventanas y rejas que son de color azul claro. El color azul no simboliza el Mediterráneo, sino que se trata de un tema religioso.
Tal y como me lo contaron allí ,se trata de la siguiente historia: Antiguamente el color favorito de los judíos era el verde, los musulmanes no querían ser menos que nadie y tomaron el color azul como su color característico y símbolo de la buena suerte.





Fuentes de agua cristalina, palmeras y cuestas, muchas cuestas, caracterizan el pueblo. Al subir todas estas cuestas adoquinadas todo merece la pena por ese impresionante paisaje de un pequeño pueblo entregado al mar. Es sensacional perderse por sus calles buscando esos rincones mágicos y cualquiera de nosotros debería sentirse agraciado porque hasta el siglo XIX los cristianos teníamos prohibida la entrada a la ciudad. El jazmín abunda en cualquier esquina, balcón, ventana o patio. Toda la ciudad huele a aromas frescos como menta y sus calles coloridas y llenas de bazares y talleres, donde se ven artesanos trabajar, te sumergen completamente en la magia de las viejas ciudades árabes.




Otra curiosidad son las puertas de las casas y sus aldabas. Según la situación y cantidad de estas últimas se puede saber el número de personas que viven en esa casa y su estado civil. Y como recuerdo de allí es inevitable llevarse La Mano de Fátima, amuleto contra el mal de ojo y atrayente la buena suerte.



Esta comprobado que la magia del azul sobre el blanco te incita a querer descubrir.

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